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El estoicismo es una escuela filosófica fundada por Zenón de Citio en Atenas a principios del siglo III a. C.[1] Es una filosofía de ética personal basada en su sistema lógico y sus puntos de vista sobre el mundo natural. Los estoicos creían que todo alrededor operaba según una ley de causa y efecto, resultando en una estructura racional del universo. Pensaban que «no podemos controlar lo que pasa a nuestro alrededor, pero sí podemos controlar lo que pensamos sobre estos eventos» en vez de imaginar una sociedad ideal falsamente positiva.[2]
Su doctrina filosófica estaba basada en el dominio y control de los hechos, cosas y pasiones que perturban la vida, valiéndose de la valentía y la razón del carácter personal. Como seres racionales, su objetivo era alcanzar, basándose en la tolerancia y autocontrol, la eudaimonía (felicidad o bienaventuranza) y la sabiduría en aceptar el momento tal como se presenta, al no dejarse dominar por el deseo de placer o por el miedo al dolor, por usar la mente para comprender el mundo y hacer su parte en el plan de la naturaleza prescindiendo de los bienes materiales, trabajar juntos y tratar a los demás de manera justa y equitativa.
Los estoicos son especialmente conocidos por enseñar que «la virtud es el único bien» para los seres humanos, y que esas cosas externas, como la salud, la riqueza y el placer, no son buenas o malas en sí mismas (adiaforía), pero tienen valor como «material para que la virtud actúe». Junto a la ética aristotélica, la tradición estoica constituye uno de los principales enfoques fundacionales de la ética de las virtudes.[3] Los estoicos también sostenían que ciertas emociones destructivas eran el resultado de errores de juicio, y creían que las personas deberían apuntar a mantener una voluntad (llamada prohairesis) que esté «de acuerdo con la naturaleza». Debido a esto, los estoicos pensaron que la mejor indicación de la filosofía de un individuo no era lo que una persona decía sino cómo se comportaba una persona.[4] Para vivir una buena vida, uno tenía que entender las reglas del orden natural ya que pensaban que todo estaba enraizado en la naturaleza.
Muchos estoicos, como Séneca y Epicteto, enfatizaron que debido a que «la virtud es suficiente para la felicidad», un sabio sería emocionalmente resistente a la desgracia. Esta creencia es similar al significado de la frase «calma estoica», aunque la frase no incluye los puntos de vista estoicos «éticos radicales» de que solo un sabio puede ser considerado verdaderamente libre y que todas las corrupciones morales son igualmente viciosas.[5]
Durante el período helenístico adquirió mayor importancia y difusión, ganando gran popularidad por todo el mundo grecorromano, especialmente entre las élites romanas. Su período de preeminencia va del siglo III a. C. hasta finales del siglo II d. C., y entre sus seguidores estaba el emperador Marco Aurelio. Tras esto, dio signos de agotamiento que coincidieron con la descomposición social del alto Imperio romano y el auge del cristianismo. Desde entonces ha visto avivamientos, especialmente en el Renacimiento (neostoicismo) y en la era contemporánea (estoicismo moderno).[6]